La plaza es un pequeño parque mirador, situado sobre un promontorio rocoso por encima del Río de la Plata, con una vista panorámica como no tiene plaza alguna en Montevideo.
Su ubicación es estratégica entre Punta Gorda, la playa de los Ingleses y playa Verde, donde desembarcaron los británicos hace muchos años, en tren de conquista.
La limitan calles con nombres de mar: mar Ártico y Antártico y allá abajo la rambla, con el mar-río, espacio abierto al cielo, al derroche de luz, a la languidez del atardecer, o a la furia de la sudestada.
Se llamaba “plaza Virgilio”, en recuerdo del poeta latino, (nombre de poeta) autor de la Eneida.
Desde el año 1960, un monumento de Eduardo Diaz Yepes le cambió el nombre en homenaje a todos aquellos que encontraron la muerte en el mar.
En medio de una espesa y armónica vegetación, el conjunto escultórico de bronce levantado sobre un estanque y rodeado de verde, preside la pendiente que se desenvuelve hasta la rambla.
El escultor, que era yerno de Torres García, con un par de figuras circulares, una con rayos y estrellas, sobre otra mucho más grande, representa simbólicamente la muerte desgarradora de un marino, aferrado desesperadamente al navío.
Y aquí aparece Virgilio el poeta, nacido en los albores del cristianismo, que narró la historia de Palinuro, el mejor marino de la flota de Eneas.
Y como una noche, mientras todos descansaban tranquilos, Palinuro vigilante timoneaba el barco en medio del mar, cuando cayó vencido por el sueño irreprimible, ingobernable que le envió la diosa Venus.
En vano luchó denodadamente, para no dormirse, ya había un destino trazado para él, el barco hizo una maniobra tan brusca como inesperada y Palinuro no pudo evitar caer al mar.
Él, el mejor de todos los marinos, el siempre vigilante, murió inútilmente aferrado ese timón, que se puede descubrir en el monumento.
Es sorprendente la armonía que gobierna las cosas.
Cuando recorro esta plaza, disfrutando del río ancho como mar, observo la ciudad desde esta altura recuerdo que aquí se conmemora la memoria de dos grandes: Virgilio, gloria de la literatura universal y el mítico Palinuro, venido de la tradición griega.
Y es sin duda en este parque, casi sobre el agua, la más acertada ubicación para el monumento que recuerda, a todos aquellos muertos en el mar.
Su ubicación es estratégica entre Punta Gorda, la playa de los Ingleses y playa Verde, donde desembarcaron los británicos hace muchos años, en tren de conquista.
La limitan calles con nombres de mar: mar Ártico y Antártico y allá abajo la rambla, con el mar-río, espacio abierto al cielo, al derroche de luz, a la languidez del atardecer, o a la furia de la sudestada.
Se llamaba “plaza Virgilio”, en recuerdo del poeta latino, (nombre de poeta) autor de la Eneida.
Desde el año 1960, un monumento de Eduardo Diaz Yepes le cambió el nombre en homenaje a todos aquellos que encontraron la muerte en el mar.
En medio de una espesa y armónica vegetación, el conjunto escultórico de bronce levantado sobre un estanque y rodeado de verde, preside la pendiente que se desenvuelve hasta la rambla.
El escultor, que era yerno de Torres García, con un par de figuras circulares, una con rayos y estrellas, sobre otra mucho más grande, representa simbólicamente la muerte desgarradora de un marino, aferrado desesperadamente al navío.
Y aquí aparece Virgilio el poeta, nacido en los albores del cristianismo, que narró la historia de Palinuro, el mejor marino de la flota de Eneas.
Y como una noche, mientras todos descansaban tranquilos, Palinuro vigilante timoneaba el barco en medio del mar, cuando cayó vencido por el sueño irreprimible, ingobernable que le envió la diosa Venus.
En vano luchó denodadamente, para no dormirse, ya había un destino trazado para él, el barco hizo una maniobra tan brusca como inesperada y Palinuro no pudo evitar caer al mar.
Él, el mejor de todos los marinos, el siempre vigilante, murió inútilmente aferrado ese timón, que se puede descubrir en el monumento.
Es sorprendente la armonía que gobierna las cosas.
Cuando recorro esta plaza, disfrutando del río ancho como mar, observo la ciudad desde esta altura recuerdo que aquí se conmemora la memoria de dos grandes: Virgilio, gloria de la literatura universal y el mítico Palinuro, venido de la tradición griega.
Y es sin duda en este parque, casi sobre el agua, la más acertada ubicación para el monumento que recuerda, a todos aquellos muertos en el mar.