jueves, 18 de junio de 2009

DE AMOR Y DE GUERRA BERNARDINA Y FRUCTUOSO RIVERA



Fueron personajes inolvidables, se amaron incondicionalmente desde que se conocieron hasta la muerte, no se sabe como se encontraron, pero constituyeron una pareja indestructible.
Ella fue una mujer incondicional, solidaria, fiel, generosa, siempre lo acompañó y lo entendió.
Él era capaz de ser absoluta y reiteradamente infiel, padre de la patria, un caudillo famoso, seductor, como quiza no hubo otro, enredó en su historia y en sus polleras a muchas mujeres.
Doña Bernardina y Don Frutos!! ella era hija de un gallego y de una porteña, tenía 19 años cuando se casó con Rivera de 30, que ya era Comandante General de Armas.
A partir de ese momento, Bernardina no conocerá el descanso, tampoco Rivera, viven en movimiento, en carreta, a caballo, a pie, siempre recorriendo el país.
Llevan una vida compartida de amores, desgracias, alegrías, peligros, prisiones, huidas, de cambios profundos, protagonistas ambos de una diversidad de actividades tanto públicas como privadas.
Pero Bernardina especialmente recorre los campos incansablemente persiguiendo a Rivera, que a su vez, siempre trataba de tenerla cerca.
Lo declaraba en sus cartas cuando decía:...”cuando tenga un tiempo mando decirle a Bernardina que se venga...”
Él disfrutaba de su compañía y a pesar de que le era infiel, siempre le decía que “ella era su mejor amiga, además de amarla como mujer, que todas las formas del amor coincidían en ella.”

Bernardina le creía, aunque le llegaban las infidelidades, ella decía: “es cosa de soldados” siempre estaba dispuesta a escuchar no-solo sus explicaciones, también a recibir el fruto de los amores clandestinos y así amparaba los “ahijaditos” Ramoncito, Bernarda, Concepción, Pablo y las niñas, a las que se refiere Rivera en su correspondencia, que Bernardina criaba con todo su amor.

Tanto que Rivera le dijo a Artigas: “su comadre no ha tenido hijos pero se ha ocupado de criar huérfanos que mucho placer le distraen”

En realidad tuvieron un hijo que vivió muy poco tiempo, murió en Minas, muy poco atendido.
Años después Rivera le escribía a Bernardina: “Visité el cementerio donde están los restos de nuestro hijo....y no pude menos que conmoverme.”
La carta termina prometiendo que si vencen, “residirán en Minas donde descansan esos restos tan queridos.”
Bernardina, la primera primera dama en 1830, fue incansable, su amor no conoció límites, algunas veces le enviaba pequeños presentes y como no sabía donde él se encontraba escribía: “¡Al Gral. Fructuoso Rivera donde se halle.”
Y él le contestaba: “te agradezco tanto cualquier cosa que me mandes! Porque eso me prueba tu cariño y como el que yo te profeso es sin límites, cuento que el tuyo y el mío serán eternos para complacencia de ambos...”

Cuando murió la madre de Rivera, el le escribió una carta muy tierna.

11 de abril de 1841
Mi amada Bernardina:
Anoche a las 8 de la noche recibí tu cartita, la que me enviaste el día 8.
Por ella me instruyes del fallecimiento de mi madre.
Aunque mucho podré decirte a este respecto, ya te harás cargo de cual será el tamaño de mi dolor por su irreparable pérdida.
Sin embargo no sé con que expresiones podré agradecerte el esmero que tantos años has tenido para tratarla.
Es una de las mayores pruebas que tengo de tu cariño y te juro que eso nunca lo olvidaré.
En este momento que escribo no puedo contener las lágrimas....
Mucho me he acordado de ti después que te fuiste, te tenía tan presente como si estuviese hablándote, se despide de ti tu amante esposo, que tanto desea verte y abrazarte.

13 de Enero de 1854 murió Rivera, Bernardina vivió 10 años más.

miércoles, 17 de junio de 2009

CON LOS OJOS EN EL CIELO


Montevideo es una ciudad que no deja de asombrarnos, siempre hay algo más.
Hoy la propuesta es que disfrutemos de su arquitectura, pero con cuidado, porque debemos poner “los ojos en el cielo” y descubrir algunas esquinas, coronadas con cúpulas, que parecen producto de una alucinación.
Es el arte de las cúpulas, que nos vincula con la más suntuosa y valiosa arquitectura universal, tanto la religiosa, como la arquitectura civil.
La ciudad de Montevideo, por el origen de su población, no podía estar ajena al arte de rematar edificios con cúpulas y de esa manera ponderar algunas esquinas y ofrecernos muestras de maravillas arquitectónicas, que quizá no siempre apreciamos.

EDIFICIO SOROCABANA

Empezamos por un clásico, el Edificio Sorocabana, obra del Ingeniero Alberto Trigo, en el año 1925.
También es otra maravilla, el mítico café, en otros tiempo templo laico donde, durante cincuenta años se reunieron políticos, periodistas, intelectuales, bohemios.
El edificio combina materiales, colores, diseño desde el basamento hasta la cúpula.
La cúpula esbelta como todas, es fiel representante del espíritu encantador de la belle epoque.

LONDON PARÌS

El London París, es una silueta entrañable de la más famosa de las tiendas montevideanas.
Su edificio forma parte del más genuino acervo arquitectónico de Montevideo.
Y es referencia imborrable, con un tropel de evocaciones que forman parte de la mística montevideana.
La riqueza del diseño de todo el edificio, los diferentes balcones de un piso a otro, culminan en un techo en mansarda, que se interrumpe en la esquina, para dar lugar a una construcción octogonal donde se lee “London París” 1908, debajo del reloj.
Luego un templete circular sostiene la cúpula, dominada por la escultura de un Atlas, sosteniendo el mundo.

EDIFICIO REX

En 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, otro hito arquitectónico montevideano, se aprecia especialmente desde la Avenida del Libertador, se ofrece como el remate visual de la avenida.
Este edificio es obra del Arquitecto Jones Brown, del año 1928, hoy edificio de apartamentos y locales comerciales.
Sobresale si lo comparamos con sus vecinos, por la su altura y la decoración vertical de su fachada, el diseño de los la balcones todos diferentes y finalmente el remate de maravilla de la cúpula.
Está sostenida primero por un mirador, luego un templete y finalmente aparece la cúpula, decorada con azulejos de muchos colores.

PALACIO MAREXIANO

De la cúpula de 18 de Julio y Julio Herrera y Obes nos vamos al Palacio Marexiano, ubicado en Uruguay y Paraguay.
En este hermosisimo edificio, hay una fuerte influencia de la arquitectura francesa, es muy ornamentado, se ve en las aberturas, la herrería, las cornisas.
La esquina está tratada especialmente, allí comienza una torre de base circular que se remata en una cúpula, que los entendidos llaman “de gota de agua” o “cúpula acebollada”.

HOTEL MERCEDES y RONDEAU

Otra maravilla, un viejo hotel, otra esquina coronada con un edificio con una hermosísima cúpula, elegante como todas.

PALACIO SALVO

Tiene vocación de rascacielos, es un emblema montevideano, ubicado frente a la Plaza Independencia, cierre de lujo para nuestra principal avenida.
Quién no asocia Montevideo con esa silueta?
Su cúpula principal es un hito ineludible, quien no la reconocería? quizás sea de las más miradas de esta ciudad.
Las otras cuatro cúpulas, que por estar integradas en el conjunto del edificio, no son tan visibles.
El palacio es obra del Arquitecto Palanti y del Ingeniero Gori Salvo, por encargo de los hermanos Salvo, su destino original era ser un hotel muy lujoso.
El palacio Salvo y su gemelo en Buenos Aires el Palacio Barolo, obra del mismo arquitecto, fueron pensados “como columnas de Hèrcules”.
Originalmente la idea de Palanti fue incorporarle al palacio, faros que se pudieran observar a través de la costa, pero la curvatura de la tierra, se lo impidió.

martes, 16 de junio de 2009

FARO DE PUNTA CARRETAS


Punta Carretas, es el barrio más austral de la República, Según Barrios Pintos, le debe su nombre a un sacerdote francés Louis Feuillée, que estuvo por estas tierras, allá por el año 1708.

Además de sacerdote, era investigador y biólogo, parece que le llamó la atención “un cabo que avanza en el río, a dos leguas de la punta que cierra la bahía de Montevideo, a causa de las varias rocas que asoman y de otras muy escondidas, que están debajo de las aguas”
Seguramente las rocas le parecieron carretas y ese podría ser, el origen del nombre de la zona.

Esta zona tiene una franja costera, casi escondida y que nos lleva al Faro Punta Carretas, que en realidad, se llama se llama “Punta Brava”.

Para llegar hasta él, hay que recorrer un camino artesanal, que sale a la altura de la rambla y Boulevard Artigas y baja hacia el río, presidido por el magnífico bronce de Juan Zorrilla de San Martín.

Mirando a la izquierda, una larga loma verde, impide ver donde se reúne la tierra con el agua.
La loma son cuatro hectáreas, que poseen algunas especies indígenas, como espinillo, palmar de butiá, timbó, ceibos,

Por allí la gente pasea, absolutamente ajenos a lo que pasa al otro lado de la rambla.
Más adelante un murallón de piedra, construido cuidadosamente y además adornado con un diseño geométrico, contiene el agua de los frecuentes temporales de la zona.

Si miramos a la derecha, el paisaje es otro. Palmeras muy altas, habituadas al fragor y al embate
de los vientos, un suelo árido, restos de alambrado y después la Estación Meteorológica de la Armada y una oficina de Antel, que está en constante comunicación con los navegantes.

A medida que avanzamos van apareciendo construcciones de piedra, algunos árboles, cuyos troncos delatan su dura y larga existencia.

Para los amantes del mar, de la pesca, de la parrilla, hay tres clubes que ofrecen, además, derroche de naturaleza, aquí nomás, a un pasito del centro.

Y como presidiendo el espectáculo, se eleva solemne y vertical, al fin del camino, el Faro de Punta Brava o de Punta Carretas.

Hoy apagará su luz a la hora indicada y volverá a destellar sin fallar ni una sola vez, un destello blanco y uno rojo, cada cinco segundos.

Desde al año 1876, se refleja en el Atlántico y advierte a los barcos, que por aquí no se puede pasar, no es zona de navegación.

CALLE CARLOS GARDEL Y SUS COLORES


A la altura del cruce de la calle Carlos Gardel y Zelmar Michelini por una cuadra, paredes, ventanas, puertas y rejas coloridas, forman un conjunto que va más allá de los muros, o de las puertas.

Con el nombre del mayor intérprete del tango, la calle pintada de color, se incerta en el gris tristón, tanguero y montevideano.

Quizá así se oculta el paso de los años y de las ausencias, o se disimula la madera gastada de tantas puertas, o las historias, las pequeñas, las diarias, las vidas, las que casi nunca importan....

Y los vecinos se sienten dueños de la calle, convertida por la magia del color, que cambia el espíritu de la gente...

No son solo casas, una al lado de la otra, más allá de muros o de puertas, los colores, el sol y el cielo, le ponen un brillo especial y la gente transformada, le dio su toque a la calle.

Y la vida y la calle se colorearon para siempre...

BARRIO REUS AL NORTE


Este fue un barrio, planificado como un gran negocio inmobiliario, pero resultó un rotundo fracaso y en el intento de evitarlo, los inversores, recurrieron a todo.

Empezaron por emitir clandestinamente, tres millones de pesos, que hicieron tambalear la Bolsa montevideana y provocaron la quiebra de un banco.

Sin embargo, no todo se perdió, la realidad del Barrio Reus al Norte, se convirtió en un irrepetible reducto urbano, dotado con imagen propia, que amparó muchos inmigrantes europeos.

Esta es su historia.

Cercano al Palacio Legislativo, a fines del siglo pasado, nació el Barrio Reus al Norte, exponente de una época de afirmación democrática.

La idea fue de Emilio Reus, financista español y su Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas.

Para edificarlo, se dispuso de sesenta y seis hectáreas, ubicadas en la zona nueva de Montevideo. para levantar rápidamente miles de casas para obreros, que por ese entonces se veían obligados a vivir en casas de inquilinato, o en pensiones insalubres.

Era gente de trabajo, inmigrantes, especialmente judíos, algunos carpinteros, zapateros o pequeños comerciantes.

El proyecto empleó milquinientas personas y quinientos carros de tiro, pero una larga serie de días de lluvia, lo complicó todo.

No se pudo cumplir con los pagos y no faltaron las huelgas, que aunque parece un recurso de estos tiempos, ya se practica en ese entonces.

Para sortear esas dificultades, los constructores apelaron a la emisión clandestina de tres millones de pesos en acciones, por medio de la Compañía Nacional.

Por causa de estos tres millones de pesos, tambaleó la Bolsa montevideana, quebró la Compañía Nacional y Emilio Reus se vio obligado a ceder sus derechos sobre el proyecto.

El barrio se remató y el Banco Hipotecario se hizo cargo de la administración, que además le cambio el nombre de Reus, por el de Villa Muñoz.

Sus calles, como Emilio Reus, Colegiales o el Pasaje de la Fuente, son estrechas y de veredas angostas.

Con casitas iguales, de dos plantas, muy próximas entre si, que hacen muy fáciles las relaciones entre los vecinos.

En otros tiempos en ese barrio, las esquinas exhibían buhardillas de techos de madera, cubiertas de pizarra negra, que le daban un inconfundible aire parisino. Las llamadas mansardas, debido a que fue un arquitecto francés, llamado Mansard, que inventó estos techos.

Lamentablemente hoy, por lo menos la mitad, han desaparecido, a pesar de que en el año 1993, la escuela de Bellas Artes, restauró y pintó los frentes de las casas de la calle Emilio Reus, lo que le dio al barrio un peculiar estilo, que lo diferencia del resto de los barrios montevideanos.

BARRIO BUCEO


Es una zona de Montevideo que rompe con la línea de la costa, donde se arma una ensenada, apetecible desembarcadero del período colonial.

Durante la Guerra Grande se convirtió en puerto de la Villa Restauración, del cual nos queda como recuerdo, la Aduana de Oribe.
Desde los primeros hundimientos, como el de Nuestra Señora de la Luz, el rescate de objetos de oro y otras cosas, termino dándole nombre a la zona.

Pasaron muchos años hasta que se empezó a poblar, pero antes de ser zona urbana ya se había empezado a diseñar el Camino Aldea, hoy conocido como Av. Italia.

Finalmente allí se afincaron algunas industrias y más tarde, por el corrimiento natural de la población, se convirtió en lugar para vivir.


Hoy la caracterizan además del pequeño puerto, el edificio del Yacht Club, con un diseño muy moderno para la época, empequeñecido después por otros ejemplos de arquitectura de su entorno, el cementerio, algunos famosos ranchos, otras veces “bulines”, donde alrededor del 1920 se mezclaban los pescadores con los estudiantes.

Es ineludible referente de la zona, el museo Oceanográfico, con su mezcla de leyendas, fue cabaret, fue morgue? Sea como sea, se mantiene en la cresta de la curva, como Museo Zoológico Dámaso Antonio Larrañaga.