A la altura del cruce de la calle Carlos Gardel y Zelmar Michelini por una cuadra, paredes, ventanas, puertas y rejas coloridas, forman un conjunto que va más allá de los muros, o de las puertas.
Con el nombre del mayor intérprete del tango, la calle pintada de color, se incerta en el gris tristón, tanguero y montevideano.
Quizá así se oculta el paso de los años y de las ausencias, o se disimula la madera gastada de tantas puertas, o las historias, las pequeñas, las diarias, las vidas, las que casi nunca importan....
Y los vecinos se sienten dueños de la calle, convertida por la magia del color, que cambia el espíritu de la gente...
No son solo casas, una al lado de la otra, más allá de muros o de puertas, los colores, el sol y el cielo, le ponen un brillo especial y la gente transformada, le dio su toque a la calle.
Y la vida y la calle se colorearon para siempre...
Con el nombre del mayor intérprete del tango, la calle pintada de color, se incerta en el gris tristón, tanguero y montevideano.
Quizá así se oculta el paso de los años y de las ausencias, o se disimula la madera gastada de tantas puertas, o las historias, las pequeñas, las diarias, las vidas, las que casi nunca importan....
Y los vecinos se sienten dueños de la calle, convertida por la magia del color, que cambia el espíritu de la gente...
No son solo casas, una al lado de la otra, más allá de muros o de puertas, los colores, el sol y el cielo, le ponen un brillo especial y la gente transformada, le dio su toque a la calle.
Y la vida y la calle se colorearon para siempre...
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