Fueron personajes inolvidables, se amaron incondicionalmente desde que se conocieron hasta la muerte, no se sabe como se encontraron, pero constituyeron una pareja indestructible.
Ella fue una mujer incondicional, solidaria, fiel, generosa, siempre lo acompañó y lo entendió.
Él era capaz de ser absoluta y reiteradamente infiel, padre de la patria, un caudillo famoso, seductor, como quiza no hubo otro, enredó en su historia y en sus polleras a muchas mujeres.
Doña Bernardina y Don Frutos!! ella era hija de un gallego y de una porteña, tenía 19 años cuando se casó con Rivera de 30, que ya era Comandante General de Armas.
A partir de ese momento, Bernardina no conocerá el descanso, tampoco Rivera, viven en movimiento, en carreta, a caballo, a pie, siempre recorriendo el país.
Llevan una vida compartida de amores, desgracias, alegrías, peligros, prisiones, huidas, de cambios profundos, protagonistas ambos de una diversidad de actividades tanto públicas como privadas.
Pero Bernardina especialmente recorre los campos incansablemente persiguiendo a Rivera, que a su vez, siempre trataba de tenerla cerca.
Lo declaraba en sus cartas cuando decía:...”cuando tenga un tiempo mando decirle a Bernardina que se venga...”
Él disfrutaba de su compañía y a pesar de que le era infiel, siempre le decía que “ella era su mejor amiga, además de amarla como mujer, que todas las formas del amor coincidían en ella.”
Bernardina le creía, aunque le llegaban las infidelidades, ella decía: “es cosa de soldados” siempre estaba dispuesta a escuchar no-solo sus explicaciones, también a recibir el fruto de los amores clandestinos y así amparaba los “ahijaditos” Ramoncito, Bernarda, Concepción, Pablo y las niñas, a las que se refiere Rivera en su correspondencia, que Bernardina criaba con todo su amor.
Tanto que Rivera le dijo a Artigas: “su comadre no ha tenido hijos pero se ha ocupado de criar huérfanos que mucho placer le distraen”
En realidad tuvieron un hijo que vivió muy poco tiempo, murió en Minas, muy poco atendido.
Años después Rivera le escribía a Bernardina: “Visité el cementerio donde están los restos de nuestro hijo....y no pude menos que conmoverme.”
La carta termina prometiendo que si vencen, “residirán en Minas donde descansan esos restos tan queridos.”
Bernardina, la primera primera dama en 1830, fue incansable, su amor no conoció límites, algunas veces le enviaba pequeños presentes y como no sabía donde él se encontraba escribía: “¡Al Gral. Fructuoso Rivera donde se halle.”
Y él le contestaba: “te agradezco tanto cualquier cosa que me mandes! Porque eso me prueba tu cariño y como el que yo te profeso es sin límites, cuento que el tuyo y el mío serán eternos para complacencia de ambos...”
Cuando murió la madre de Rivera, el le escribió una carta muy tierna.
11 de abril de 1841
Mi amada Bernardina:
Anoche a las 8 de la noche recibí tu cartita, la que me enviaste el día 8.
Por ella me instruyes del fallecimiento de mi madre.
Aunque mucho podré decirte a este respecto, ya te harás cargo de cual será el tamaño de mi dolor por su irreparable pérdida.
Sin embargo no sé con que expresiones podré agradecerte el esmero que tantos años has tenido para tratarla.
Es una de las mayores pruebas que tengo de tu cariño y te juro que eso nunca lo olvidaré.
En este momento que escribo no puedo contener las lágrimas....
Mucho me he acordado de ti después que te fuiste, te tenía tan presente como si estuviese hablándote, se despide de ti tu amante esposo, que tanto desea verte y abrazarte.
13 de Enero de 1854 murió Rivera, Bernardina vivió 10 años más.
Ella fue una mujer incondicional, solidaria, fiel, generosa, siempre lo acompañó y lo entendió.
Él era capaz de ser absoluta y reiteradamente infiel, padre de la patria, un caudillo famoso, seductor, como quiza no hubo otro, enredó en su historia y en sus polleras a muchas mujeres.
Doña Bernardina y Don Frutos!! ella era hija de un gallego y de una porteña, tenía 19 años cuando se casó con Rivera de 30, que ya era Comandante General de Armas.
A partir de ese momento, Bernardina no conocerá el descanso, tampoco Rivera, viven en movimiento, en carreta, a caballo, a pie, siempre recorriendo el país.
Llevan una vida compartida de amores, desgracias, alegrías, peligros, prisiones, huidas, de cambios profundos, protagonistas ambos de una diversidad de actividades tanto públicas como privadas.
Pero Bernardina especialmente recorre los campos incansablemente persiguiendo a Rivera, que a su vez, siempre trataba de tenerla cerca.
Lo declaraba en sus cartas cuando decía:...”cuando tenga un tiempo mando decirle a Bernardina que se venga...”
Él disfrutaba de su compañía y a pesar de que le era infiel, siempre le decía que “ella era su mejor amiga, además de amarla como mujer, que todas las formas del amor coincidían en ella.”
Bernardina le creía, aunque le llegaban las infidelidades, ella decía: “es cosa de soldados” siempre estaba dispuesta a escuchar no-solo sus explicaciones, también a recibir el fruto de los amores clandestinos y así amparaba los “ahijaditos” Ramoncito, Bernarda, Concepción, Pablo y las niñas, a las que se refiere Rivera en su correspondencia, que Bernardina criaba con todo su amor.
Tanto que Rivera le dijo a Artigas: “su comadre no ha tenido hijos pero se ha ocupado de criar huérfanos que mucho placer le distraen”
En realidad tuvieron un hijo que vivió muy poco tiempo, murió en Minas, muy poco atendido.
Años después Rivera le escribía a Bernardina: “Visité el cementerio donde están los restos de nuestro hijo....y no pude menos que conmoverme.”
La carta termina prometiendo que si vencen, “residirán en Minas donde descansan esos restos tan queridos.”
Bernardina, la primera primera dama en 1830, fue incansable, su amor no conoció límites, algunas veces le enviaba pequeños presentes y como no sabía donde él se encontraba escribía: “¡Al Gral. Fructuoso Rivera donde se halle.”
Y él le contestaba: “te agradezco tanto cualquier cosa que me mandes! Porque eso me prueba tu cariño y como el que yo te profeso es sin límites, cuento que el tuyo y el mío serán eternos para complacencia de ambos...”
Cuando murió la madre de Rivera, el le escribió una carta muy tierna.
11 de abril de 1841
Mi amada Bernardina:
Anoche a las 8 de la noche recibí tu cartita, la que me enviaste el día 8.
Por ella me instruyes del fallecimiento de mi madre.
Aunque mucho podré decirte a este respecto, ya te harás cargo de cual será el tamaño de mi dolor por su irreparable pérdida.
Sin embargo no sé con que expresiones podré agradecerte el esmero que tantos años has tenido para tratarla.
Es una de las mayores pruebas que tengo de tu cariño y te juro que eso nunca lo olvidaré.
En este momento que escribo no puedo contener las lágrimas....
Mucho me he acordado de ti después que te fuiste, te tenía tan presente como si estuviese hablándote, se despide de ti tu amante esposo, que tanto desea verte y abrazarte.
13 de Enero de 1854 murió Rivera, Bernardina vivió 10 años más.
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