El coraje del
Dr. Carl Brendel
El decía que quería ser medico para el alma, nunca sólo para firmar recetas, en Montevideo tuvo ocasión de demostrarlo.
Era Carl
Brendel un médico alemán doctorado en Munich que decidió trasladarse a
Montevideo a practicar medicina en el año 1867, donde vivió hasta el año 1892.
Cuando volvió a
Alemania escribió los recuerdos de lo vivido en Montevideo, donde había
cumplido una extensa y fructífera labor profesional.
Después dos
autores uruguayos Fernando Mané Garzón y Ángel Ayestaran, editaron sus memorias,
que constituyen un aporte muy valioso para la medicina uruguaya.
En ellas,
entre muchas cosas, se cuenta un episodio vivido con uno de los hombres mas
odiados de la época: José Gregorio Suárez, más conocido como Goyo Jeta.
El Dr. Brendel
lo describió en sus memorias como un gigante deforme, “colgado dentro de su uniforme,
medio mulato, medio indio, desfigurado por las cicatrices de la viruela, con
mirada de tigre asustado y boca fea y gigante.”
Era uno de los
hombres mas odiados del país, había sido
Ministro de Guerra y Marina bajo la presidencia del Gral Lorenzo Batlle y como
guerrero era temido más que en las batallas, cuando estas terminaban.
Su figura
histórica no fue asumida ni por sus enemigos ni por sus correligionarios, y ha
quedado como símbolo del odio y de crueldad.
Fue sin
embargo, tan sólo un hombre de su tiempo, bravío de odios y revanchas.
Porque “se sabía
que él sentado sobre el tambor del regimiento, les cortaba la cabeza con sus
propias manos a muchas docenas de prisioneros”, hecho denunciado por su
secretario Carlos Maria Ramírez, que por eso lo llamaba Goyo Sangre.
Cuando enfermo
fue a consultar al medico alemán y al Dr. Francisco Vidal en enero de 1887, estaba mas desfigurado aun.
“debido
a una enorme hinchazón que tenía desde la mitad de la cara, pasaba por el
cuello y seguía hasta el hombro.”
Después de la
consulta Vidal y Brendel discutieron el caso, el alemán era partidario de una
intervención quirúrgica inmediata, Vidal asustado le recordó la ferocidad del
paciente, que siempre llevaba escondidas
debajo del poncho, dos pistolas.
El Dr. Brendel
no hizo caso y decidió operar., el enfermo aceptó y se entregó absolutamente
confiado y mientras el médico operaba,
el paciente que había olvidado su nombre
o le resulta difícil de pronunciar, lo
bautizó: “el gringo de confianza””
“Sin embargo
su comportamiento no tuvo objeciones, estuvo manso como un cordero”, dejo Brendel
constancia en su diario.
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