sábado, 6 de diciembre de 2008

CAPILLA BALEADA


Una bala de cañón calibre veinticuatro está clavada en el frente de un edificio montevideano, desde hace mas de ciento noventa años.
Algunos lo atribuyen al bombardeo inglés de 1807, Isidoro de María dice que fue durante el sitio de Montevideo de 1813.
El proyectil se convirtió en reliquia histórica, por su ubicación, los hechos y el tiempo, que siempre hace de las suyas.
Se puede ver en una de las columnas del frente de la Capilla del Hospital Maciel, que fue restaurada después del cañonazo.
Es una de los edificios mas antiguos de Montevideo; el día que se inauguró estuvo presente José G. Artigas, también allí fue ensayado por primera vez el himno nacional, cantado por un coro de niños de la zona.
Como si todo esto fuera poco, otra larga historia tiene las pilas de agua bendita, vinieron de las islas Mauricio en el Océano Pacífico.
Son dos enormes y auténticas caparazones marinas, traídas por un corsario español que gentilmente, cosas de corsario, las obsequió a la capilla.

lunes, 24 de noviembre de 2008

EL OMBÚ DEL FRATRICIDIO

En el verano de 1856 varios amigos salieron de Montevideo a caballo a dar un paseo por la campaña.
Cansados de galopar, vieron a lo lejos un viejo ombú, guía de nuestros paisanos y pensaron en descansar bajo su sombra.
Se tendieron boca arriba sobre los ponchos y contemplaron sin querer las soberbias ramas de ese gigante solitario de nuestras cuchillas, cuando en su tronco les llamó la atención una cruz toscamente tallada en él.
Se perdieron en conjeturas, vagaron entre todos de una opinión a otra, cuando vieron venir hacia ellos, una mujer anciana, de caminar cansado...
Al llegar los saludó con la amabilidad que caracteriza a los habitantes del campo.
Ustedes son de Montevideo, preguntó después de haberse sentado en una de las raíces sobresalientes del ombú.
-Sí, le respondió uno de ellos y usted es de por acá?
-Hace treinta y dos años que vivo cerca.
-Entonces quizá sepa que significa esta cruz grabada en el ombú.
-Esa cruz, contestó la anciana fue grabada por mis manos y desde ese momento no he dejado de venir ni un día a este sitio…
Durante muchos años fui una mujer muy feliz, toda mi vida estaba dedicada a cuidar a mi familia.
Teníamos un pequeño campo y algunos animales y mi esposo y yo, no pensábamos en otra cosa que no fuera nuestros dos hijos y su futuro.
Ellos nos ayudaban, eran muy compañeros y todo iba muy bien hasta que llegó la guerra del 1843.
El mayor de mis hijos tenía diecinueve años, el menor diecisiete.
En esa guerra, nacida del odio de los partidos blanco y colorado, dividieron las familias, alimentaron odios y ensangrentaron la república, contaba la anciana.
Y el destino quiso que de esos dos hijos, cada uno tomara una opción política: el mayor entró de soldado en la caballería del partido blanco y el menor en el partido colorado
Una mañana temprano, siguió contando la anciana, se escucharon tiros y gritos de pelea por estas inmediaciones.
El ruido se fue acercando, hasta que oímos claramente mi marido y yo, las amenazas de muerte de ambos bandos.
Eran dos ejércitos enemigos que se habían encontrado y que se batían encarnizadamente.
De repente, se separaron del grupo dos jinetes que, alrededor de este ombú, comenzaron a buscarse, a arremeterse, a correr en diferentes direcciones, buscando herirse del modo más certero.
De pronto el que huía dio vuelta de improviso su caballo, arremetió al contrario con su lanza que lo esperaba con su lanza en alto, chocaron uno contra otro y ambos cayeron ensangrentados.
Se habían asesinado uno al otro.
La anciana no pudo continuar, cayó de rodillas e inclinó su frente, hasta tocar la cruz grabada en el tronco del ombú.
Esta historia fue recogida por Ramón de Santiago y publicada en el año 1858 en el diario La Nación de Montevideo.

lunes, 10 de noviembre de 2008

HOTEL NACIONAL CASA DE ESTUDIOS

Esta ubicado en el extremo sur de la península, frente a la bahía, entre las calles Piedras, Cerrito, Ing. Monteverde y Lindolfo Cuestas.
Allí aparece una vieja estructura, pensada para hotel por Emilio Reus en 1889 por medio de la
Cia. Nal. de Créditos y Obras Públicas
Pero nunca fue el hotel proyectado especialmente para dar alojamiento a los turistas argentinos, que en esa época ya eran muchos.
Tenia dos mil cuatrocientos metros cuadrados edificados, fue Facultad de Humanidades y Ciencias, pero desde hace años está abandonado, ocupado por una familia que ha protegido el edificio.
Marcó una época en la historia financiera y social de Montevideo, construido y proyectado por los arquitectos Parcus y Siegerist.
Era habitual por esos años, darle a los edificios un aire de suntuosidad que parecía ser sinónimo de buen augurio.
Por eso tenía grandes salones, techos cubiertos de cielorrasos de yeso dorado, columnas estucadas que se complementaban con gran cortinados de pana roja y lambrís de roble, que cubrian las paredes.
Cinco plantas de habitaciones estaban distribuidas sobre dos grandes patios interiores, una gran escalera de mármol dividía las plantas, en cuyo comienzo estaban la recepción y conserjería.
Los techos, terminados en buhardillas le daban un aspecto exótico y original, pero esas buhardillas, también llamadas “mansardas” típicas de la época, se destruyeron, en su lugar se construyeron los techos de azotea, que tiene aún.
El proyecto de Emilio Reus incluía además un edificio anexo para baños, una especie de grandes termas romanas, rodeadas de mármoles.
Pero la quiebra de Reus en el año 1890, no le permitió realizar todos sus planes y el edificio fue clausurado.
Después pasó a manos del estado, sin haber sido nunca utilizado como hotel, ni haber recibido ni un solo pasajero.
Desde noviembre de 2007 lo adquirió una compañía griega naviera y están esperando la entrega del edificio, para restaurarlo y convertirlo en oficinas.
Y Emilio Reus, que estuvo solo tres años en Montevideo y soñó con tantas grandezas murió con 32 años, pobre y olvidado en una cama del Hospital de Caridad, sin dinero ni para pagar su propia sepultura. Unos años antes, había sido el hombre más rico de Montevideo.

martes, 21 de octubre de 2008

BARBEROS Y BARBERÍAS A LA NUEZ

En Montevideo durante muchos se llamaron Barberías, luego la inmigración francesa les cambió el nombre, por el de Peluquerías o Salones.
El salón era una habitación a la calle, muy austera, sin letrero, de paredes blanqueadas, adornadas con afiches de toreros o de corridas de toros de “las Españas”, como decían antes.“ El piso de baldosas, permanentemente transitado por una fila de incansables hormiguitas que obligaban al peluquero a vivir con la escoba en la mano. Y ya en la misma pasada el peluquero recogía los restos de cabello recortado.
El mobiliario era muy modesto, un par de bancos, alguna silla y la guitarra que era la voz cantante del barbero.
Una cosa infaltable era el brasero y la caldera humeante, que tenía dos destinos: el mate que compartían el peluquero con los clientes y el agua para afeitar.
El sillón del barbero era muy sencillo, enfrentado a un espejo, que en general estaba bastante picoteado, reflejaba una imagen dudosa y la utilería consistía en: tijeras, cepillos y peines.La brocha no existía, aún no se había inventado, se enjabonaba a mano y una palangana colocada debajo del mentón del cliente, enjugaba el agua.
Pero el afeitado de ese tiempo debía colaborar con el barbero, no solo por sostener la palangana, además debía introducirse una nuez en la boca y a medida que el barbero realizaba su trabajo, navaja en mano, el cliente paseaba la nuez de cachete en cachete, para mantener su piel estirada. Esa nuez indestructible, era siempre la misma.
Cuenta Romulo Rossi en su publicación: “Crónicas Sabrosas del Viejo Montevideo” que los barberos eran además de guitarreros y cantores, en sus locales organizaban serenatas, sacaban muelas, aplicaban ventosas y sangrías, para lo que contaban con una provisión adecuada de sanguijuelas.
Por la Plaza Independencia, acostumbraba a instalarse un coche muy adornado, con un importante séquito de ayudantes de un prestigioso sacamuelas francés, llamado Enolt.
Era buen mozo, seductor y convincente y en su pintoresco castellano publicitaba un medicamento llamado Malaquita, juraba que era un bálsamo mágico para aliviar el dolor de muelas, aún el dolor de la extracción.
El asunto era que Elnot instalaba su carromato en la Plaza Independencia, con un quinteto de músicos de estrepitosa ejecución.
Cuando llegaba un paciente, generalmente con la cara hinchada y muerto de dolor lo sentaban en el sillón, Elnot se colocaba bien de frente y le aprisionaba las rodillas entre las suyas, le hacía algo así como una llave, lo inmovilizaba y le mantenía la boca abierta.
Contaba con la ayuda de alguno de sus dependientes para extraer de entre sus ropas, una pinza y así comenzaba la operación de reiterados tirones, hasta que arrancaba la pieza “sin dolorg”, operación acompañada de música cada vez más estridente y la aparicion de la muela en ristre, venia generalmente seguida de un trozo de maxilar.
Y como es de imaginar el auditorio que acompañaba todo este espectáculo de tortura, no escuchaba los gritos de dolor, ni veía las contorciones inútiles y desesperadas que paciente, por escapar de tamaño tormento.
Y mientras Enolt se dirigía a la concurrencia diciendo: “son los nergvios, los pícaros nergvios de este hombre, porque todo esto está garantido: es sin dolorg”

" LA ESCOLLERA", un boliche con señora

Cuenta Doña Nieves, hace mas de cuarenta años, abría el bar “La Escollera” a las 6 de la mañana, la cola para comprar carnada, daba vuelta la esquina y seguía, por lo menos una cuadra y media.
En esa época, el pesquero de la escollera Sarandí era el mejor de Montevideo, también Don Manuel vivía, la pesca era otra cosa y los pescadores eran muchos más.
El bar, ubicado al final de la calle Sarandí, esquina Juan Lindolfo Cuestas, nació en el año 1890, con ineludible aire de arrabal portuario.
Doña Nieves y Don Manuel, llegaron de la Coruña, hace muchos años, empujados por la miseria, y aquí, decididos a sobrevivir, se hicieron cargo del bar, que además vendía artículos de pesca.
Un día, del año 1974, alguien llegó del Brasil, con un paquete de camarones.
Don Manuel se lo compró por ayudarlo, pero desconfiado, se lo regaló a un pescador amigo, que en la escollera Sarandí, allí nomás y al ratito, comenzó a pescar corvina tras corvina, ante el estupor de todo el bar.
Ese fue el primer paquete de camarones que se usó como carnada, en el Uruguay, que pasó por el mostrador del bar “La Escollera.”
Y Doña Nieves, decidida, oportuna, se puso por su cuenta, a vender carnada.
Se iban al este con Don Manuel y cuando volvían, en el camión, apenas cabían las bolsas llenas de diferentes carnadas, que los pescadores esperaban desde tempranito, haciendo cola.
Pero Don Manuel murió, ya haceaños, no obstante el bar sigue abriendo a las seis de la mañana, solo que ahora, Dona Nieves está más sola.
Sin embargo, no solo cumple el mismo horario, además mantiene el mejor surtido de artículos de pesca y también carnadas.
Y a pesar de que nunca empuñó una caña, ni extendió una red, sabe todo sobre pesca y también sobre tempestades.
Cuenta que ya no hay tantos pescadores y parece que tampoco, hay tantos peces como antes....
¿Será que también entre los peces y los pescadores, todo tiempo pasado fue mejor?

sábado, 18 de octubre de 2008

PROGRAMA DE FORTALECIMIENTO DE LAS ARTES, ARTESANIAS Y OFICIOS EN URUGUAY

Ubicado en pleno casco histórico de la Ciudad Vieja, el edifico original, Monumento Histórico, fue proyectado por el Arq. Thomas Havers en 1867 como sede del Telégrafo y Correos del Estado. Ahora el inmueble aloja al Centro Educativo del Programa de Fortalecimiento de las Artes Artesanías y Oficios PAOF.

El PAOF es un programa de cooperación entre la Unión Europea y el Uruguay, bajo la modalidad de “donación no reembolsable”.Los europeos aportaron al Uruguay mas de diez millones de euros y el Estado uruguayo casi cuatro millones más.

El edificio se adaptó a la nueva función, se restauró la fachada sobre la calle Sarandí, la carpintería en exteriores e interiores, la herrería, la escalera de mármol de Carrara, las dos claraboyas y también los pavimentos.

Las oportunidades de capacitación y formación gratuita son para jóvenes entre 17 y 29 años de edad. Tendrán prioridad los de escasos recursos, de contexto desfavorable y que estén fuera del sistema educativo. Los egresados podrán trabajar profesionalmente como artesanos, en microempresas o emplearse en comercios de producción de artesanías.

Los oficios que se enseñarán son varios: joyería, cuero, cerámica, madera, piedra y textiles, en seis talleres que funcionarán con un máximo de quince alumnos cada uno.

Con atención personalizada y equipamiento de primer nivel, los cursos se extenderán durante nueve meses, con una carga horaria de nueve horas diarias. Como parte de los servicios a brindar, se incluye en forma gratuita boletos, desayuno y almuerzo. En contrapartida se exigirá buena escolaridad y se proponen no admitir fracasos.

Hay un antecedente muy interesante: en el departamento de Artigas desde el año 2005 funciona el primer Centro Educativo del Programa de Fortalecimiento de las Artes Artesanías y Oficios PAOF, el 50% de los egresados ya están trabajando y lo producido se vende en la tienda que esta establecida aquí en Montevideo, en la entrada del edificio.

Había 204 solicitudes para 90 plazas, en espera de que algunos organismos nacionales como UTE, ANTEL, ANEP, concretaran sus compromisos y se iniciaran las clases.

Finalmente el 26 de agosto comenzaron a funcionar las clases con tres talleres, los otros tres esperan aprobaciones burocráticas, los profesores están designados.

domingo, 12 de octubre de 2008

PEDRO GRONARDO HOMBRE MÚLTIPLE

Era un español que había adoptado la identidad rioplatense y trabajaba como práctico del puerto de Buenos Aires, antigua e imprescindible función si nos referimos al Río de la Plata, que el Capitán Pedro Gronardo, ejercía con solvencia.
Eludía el lodo, sorteaba los bancos de arena, controlaba los vientos, las rocas movedizas y las aguas mutantes; cruzaba dos por tres el estuario y se enteraba de todo de aquí y de allá.
Así fue como un día vio un grupo de soldados portugueses queriendo asentar sus reales en esta esquina del continente, anécdota por todos conocida, que inicia el proceso fundacional de Montevideo.
Entusiasmado Gronardo se mudó para este lado, se asoció con Jerónimo Eustaque, un francés que era más conocido como Pistolete y entre los dos construyeron en la calle Treinta y Tres casi Piedras, un rancho de adobe y cuero, auténtico lujo para la época.
Fue la primera pulpería montevideana o almacén de ramos generales donde había de todo, desde botones, arreos, hasta aguas ardientes, dada su vinculación con navegantes transoceánicos, no era difícil obtener tanta y variada mercadería.
Tan lujosa resultó la casa que un día y al imperio de las carencias, la pulpería de Gronardo se convirtió en sede de nuestro primer cabildo, que el propio Zabala designó.
Gronardo, a quien se recuerda poco, protagonizó otro de nuestros primeros acontecimientos: murió a causa una explosión ejerciendo su tarea de práctico y se convirtió en uno de los primeros muertos de Montevideo.
En 1996 la pulpería de Gronardo encabeza una lista de venta minorista según Cambadu “pequeño mojón de servicios de puerto chico en el mar urbano….”