jueves, 17 de diciembre de 2009
jueves, 18 de junio de 2009
DE AMOR Y DE GUERRA BERNARDINA Y FRUCTUOSO RIVERA
Ella fue una mujer incondicional, solidaria, fiel, generosa, siempre lo acompañó y lo entendió.
Él era capaz de ser absoluta y reiteradamente infiel, padre de la patria, un caudillo famoso, seductor, como quiza no hubo otro, enredó en su historia y en sus polleras a muchas mujeres.
Doña Bernardina y Don Frutos!! ella era hija de un gallego y de una porteña, tenía 19 años cuando se casó con Rivera de 30, que ya era Comandante General de Armas.
A partir de ese momento, Bernardina no conocerá el descanso, tampoco Rivera, viven en movimiento, en carreta, a caballo, a pie, siempre recorriendo el país.
Llevan una vida compartida de amores, desgracias, alegrías, peligros, prisiones, huidas, de cambios profundos, protagonistas ambos de una diversidad de actividades tanto públicas como privadas.
Pero Bernardina especialmente recorre los campos incansablemente persiguiendo a Rivera, que a su vez, siempre trataba de tenerla cerca.
Lo declaraba en sus cartas cuando decía:...”cuando tenga un tiempo mando decirle a Bernardina que se venga...”
Él disfrutaba de su compañía y a pesar de que le era infiel, siempre le decía que “ella era su mejor amiga, además de amarla como mujer, que todas las formas del amor coincidían en ella.”
Bernardina le creía, aunque le llegaban las infidelidades, ella decía: “es cosa de soldados” siempre estaba dispuesta a escuchar no-solo sus explicaciones, también a recibir el fruto de los amores clandestinos y así amparaba los “ahijaditos” Ramoncito, Bernarda, Concepción, Pablo y las niñas, a las que se refiere Rivera en su correspondencia, que Bernardina criaba con todo su amor.
Tanto que Rivera le dijo a Artigas: “su comadre no ha tenido hijos pero se ha ocupado de criar huérfanos que mucho placer le distraen”
En realidad tuvieron un hijo que vivió muy poco tiempo, murió en Minas, muy poco atendido.
Años después Rivera le escribía a Bernardina: “Visité el cementerio donde están los restos de nuestro hijo....y no pude menos que conmoverme.”
La carta termina prometiendo que si vencen, “residirán en Minas donde descansan esos restos tan queridos.”
Bernardina, la primera primera dama en 1830, fue incansable, su amor no conoció límites, algunas veces le enviaba pequeños presentes y como no sabía donde él se encontraba escribía: “¡Al Gral. Fructuoso Rivera donde se halle.”
Y él le contestaba: “te agradezco tanto cualquier cosa que me mandes! Porque eso me prueba tu cariño y como el que yo te profeso es sin límites, cuento que el tuyo y el mío serán eternos para complacencia de ambos...”
Cuando murió la madre de Rivera, el le escribió una carta muy tierna.
11 de abril de 1841
Mi amada Bernardina:
Anoche a las 8 de la noche recibí tu cartita, la que me enviaste el día 8.
Por ella me instruyes del fallecimiento de mi madre.
Aunque mucho podré decirte a este respecto, ya te harás cargo de cual será el tamaño de mi dolor por su irreparable pérdida.
Sin embargo no sé con que expresiones podré agradecerte el esmero que tantos años has tenido para tratarla.
Es una de las mayores pruebas que tengo de tu cariño y te juro que eso nunca lo olvidaré.
En este momento que escribo no puedo contener las lágrimas....
Mucho me he acordado de ti después que te fuiste, te tenía tan presente como si estuviese hablándote, se despide de ti tu amante esposo, que tanto desea verte y abrazarte.
13 de Enero de 1854 murió Rivera, Bernardina vivió 10 años más.
miércoles, 17 de junio de 2009
CON LOS OJOS EN EL CIELO
Hoy la propuesta es que disfrutemos de su arquitectura, pero con cuidado, porque debemos poner “los ojos en el cielo” y descubrir algunas esquinas, coronadas con cúpulas, que parecen producto de una alucinación.
Es el arte de las cúpulas, que nos vincula con la más suntuosa y valiosa arquitectura universal, tanto la religiosa, como la arquitectura civil.
La ciudad de Montevideo, por el origen de su población, no podía estar ajena al arte de rematar edificios con cúpulas y de esa manera ponderar algunas esquinas y ofrecernos muestras de maravillas arquitectónicas, que quizá no siempre apreciamos.
EDIFICIO SOROCABANA
Empezamos por un clásico, el Edificio Sorocabana, obra del Ingeniero Alberto Trigo, en el año 1925.
También es otra maravilla, el mítico café, en otros tiempo templo laico donde, durante cincuenta años se reunieron políticos, periodistas, intelectuales, bohemios.
El edificio combina materiales, colores, diseño desde el basamento hasta la cúpula.
La cúpula esbelta como todas, es fiel representante del espíritu encantador de la belle epoque.
LONDON PARÌS
El London París, es una silueta entrañable de la más famosa de las tiendas montevideanas.
Su edificio forma parte del más genuino acervo arquitectónico de Montevideo.
Y es referencia imborrable, con un tropel de evocaciones que forman parte de la mística montevideana.
La riqueza del diseño de todo el edificio, los diferentes balcones de un piso a otro, culminan en un techo en mansarda, que se interrumpe en la esquina, para dar lugar a una construcción octogonal donde se lee “London París” 1908, debajo del reloj.
Luego un templete circular sostiene la cúpula, dominada por la escultura de un Atlas, sosteniendo el mundo.
EDIFICIO REX
En 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, otro hito arquitectónico montevideano, se aprecia especialmente desde la Avenida del Libertador, se ofrece como el remate visual de la avenida.
Este edificio es obra del Arquitecto Jones Brown, del año 1928, hoy edificio de apartamentos y locales comerciales.
Sobresale si lo comparamos con sus vecinos, por la su altura y la decoración vertical de su fachada, el diseño de los la balcones todos diferentes y finalmente el remate de maravilla de la cúpula.
Está sostenida primero por un mirador, luego un templete y finalmente aparece la cúpula, decorada con azulejos de muchos colores.
PALACIO MAREXIANO
De la cúpula de 18 de Julio y Julio Herrera y Obes nos vamos al Palacio Marexiano, ubicado en Uruguay y Paraguay.
En este hermosisimo edificio, hay una fuerte influencia de la arquitectura francesa, es muy ornamentado, se ve en las aberturas, la herrería, las cornisas.
La esquina está tratada especialmente, allí comienza una torre de base circular que se remata en una cúpula, que los entendidos llaman “de gota de agua” o “cúpula acebollada”.
HOTEL MERCEDES y RONDEAU
Otra maravilla, un viejo hotel, otra esquina coronada con un edificio con una hermosísima cúpula, elegante como todas.
PALACIO SALVO
Tiene vocación de rascacielos, es un emblema montevideano, ubicado frente a la Plaza Independencia, cierre de lujo para nuestra principal avenida.
Quién no asocia Montevideo con esa silueta?
Su cúpula principal es un hito ineludible, quien no la reconocería? quizás sea de las más miradas de esta ciudad.
Las otras cuatro cúpulas, que por estar integradas en el conjunto del edificio, no son tan visibles.
El palacio es obra del Arquitecto Palanti y del Ingeniero Gori Salvo, por encargo de los hermanos Salvo, su destino original era ser un hotel muy lujoso.
El palacio Salvo y su gemelo en Buenos Aires el Palacio Barolo, obra del mismo arquitecto, fueron pensados “como columnas de Hèrcules”.
Originalmente la idea de Palanti fue incorporarle al palacio, faros que se pudieran observar a través de la costa, pero la curvatura de la tierra, se lo impidió.
martes, 16 de junio de 2009
FARO DE PUNTA CARRETAS
Además de sacerdote, era investigador y biólogo, parece que le llamó la atención “un cabo que avanza en el río, a dos leguas de la punta que cierra la bahía de Montevideo, a causa de las varias rocas que asoman y de otras muy escondidas, que están debajo de las aguas”
Seguramente las rocas le parecieron carretas y ese podría ser, el origen del nombre de la zona.
Esta zona tiene una franja costera, casi escondida y que nos lleva al Faro Punta Carretas, que en realidad, se llama se llama “Punta Brava”.
Para llegar hasta él, hay que recorrer un camino artesanal, que sale a la altura de la rambla y Boulevard Artigas y baja hacia el río, presidido por el magnífico bronce de Juan Zorrilla de San Martín.
Mirando a la izquierda, una larga loma verde, impide ver donde se reúne la tierra con el agua.
La loma son cuatro hectáreas, que poseen algunas especies indígenas, como espinillo, palmar de butiá, timbó, ceibos,
Por allí la gente pasea, absolutamente ajenos a lo que pasa al otro lado de la rambla.
Más adelante un murallón de piedra, construido cuidadosamente y además adornado con un diseño geométrico, contiene el agua de los frecuentes temporales de la zona.
Si miramos a la derecha, el paisaje es otro. Palmeras muy altas, habituadas al fragor y al embate
de los vientos, un suelo árido, restos de alambrado y después la Estación Meteorológica de la Armada y una oficina de Antel, que está en constante comunicación con los navegantes.
A medida que avanzamos van apareciendo construcciones de piedra, algunos árboles, cuyos troncos delatan su dura y larga existencia.
Para los amantes del mar, de la pesca, de la parrilla, hay tres clubes que ofrecen, además, derroche de naturaleza, aquí nomás, a un pasito del centro.
Y como presidiendo el espectáculo, se eleva solemne y vertical, al fin del camino, el Faro de Punta Brava o de Punta Carretas.
Hoy apagará su luz a la hora indicada y volverá a destellar sin fallar ni una sola vez, un destello blanco y uno rojo, cada cinco segundos.
Desde al año 1876, se refleja en el Atlántico y advierte a los barcos, que por aquí no se puede pasar, no es zona de navegación.
CALLE CARLOS GARDEL Y SUS COLORES
Con el nombre del mayor intérprete del tango, la calle pintada de color, se incerta en el gris tristón, tanguero y montevideano.
Quizá así se oculta el paso de los años y de las ausencias, o se disimula la madera gastada de tantas puertas, o las historias, las pequeñas, las diarias, las vidas, las que casi nunca importan....
Y los vecinos se sienten dueños de la calle, convertida por la magia del color, que cambia el espíritu de la gente...
No son solo casas, una al lado de la otra, más allá de muros o de puertas, los colores, el sol y el cielo, le ponen un brillo especial y la gente transformada, le dio su toque a la calle.
Y la vida y la calle se colorearon para siempre...
BARRIO REUS AL NORTE
Empezaron por emitir clandestinamente, tres millones de pesos, que hicieron tambalear la Bolsa montevideana y provocaron la quiebra de un banco.
Sin embargo, no todo se perdió, la realidad del Barrio Reus al Norte, se convirtió en un irrepetible reducto urbano, dotado con imagen propia, que amparó muchos inmigrantes europeos.
Esta es su historia.
Cercano al Palacio Legislativo, a fines del siglo pasado, nació el Barrio Reus al Norte, exponente de una época de afirmación democrática.
La idea fue de Emilio Reus, financista español y su Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas.
Para edificarlo, se dispuso de sesenta y seis hectáreas, ubicadas en la zona nueva de Montevideo. para levantar rápidamente miles de casas para obreros, que por ese entonces se veían obligados a vivir en casas de inquilinato, o en pensiones insalubres.
Era gente de trabajo, inmigrantes, especialmente judíos, algunos carpinteros, zapateros o pequeños comerciantes.
El proyecto empleó milquinientas personas y quinientos carros de tiro, pero una larga serie de días de lluvia, lo complicó todo.
No se pudo cumplir con los pagos y no faltaron las huelgas, que aunque parece un recurso de estos tiempos, ya se practica en ese entonces.
Para sortear esas dificultades, los constructores apelaron a la emisión clandestina de tres millones de pesos en acciones, por medio de la Compañía Nacional.
Por causa de estos tres millones de pesos, tambaleó la Bolsa montevideana, quebró la Compañía Nacional y Emilio Reus se vio obligado a ceder sus derechos sobre el proyecto.
El barrio se remató y el Banco Hipotecario se hizo cargo de la administración, que además le cambio el nombre de Reus, por el de Villa Muñoz.
Sus calles, como Emilio Reus, Colegiales o el Pasaje de la Fuente, son estrechas y de veredas angostas.
Con casitas iguales, de dos plantas, muy próximas entre si, que hacen muy fáciles las relaciones entre los vecinos.
En otros tiempos en ese barrio, las esquinas exhibían buhardillas de techos de madera, cubiertas de pizarra negra, que le daban un inconfundible aire parisino. Las llamadas mansardas, debido a que fue un arquitecto francés, llamado Mansard, que inventó estos techos.
Lamentablemente hoy, por lo menos la mitad, han desaparecido, a pesar de que en el año 1993, la escuela de Bellas Artes, restauró y pintó los frentes de las casas de la calle Emilio Reus, lo que le dio al barrio un peculiar estilo, que lo diferencia del resto de los barrios montevideanos.
BARRIO BUCEO
Durante la Guerra Grande se convirtió en puerto de la Villa Restauración, del cual nos queda como recuerdo, la Aduana de Oribe.
Desde los primeros hundimientos, como el de Nuestra Señora de la Luz, el rescate de objetos de oro y otras cosas, termino dándole nombre a la zona.
Pasaron muchos años hasta que se empezó a poblar, pero antes de ser zona urbana ya se había empezado a diseñar el Camino Aldea, hoy conocido como Av. Italia.
Finalmente allí se afincaron algunas industrias y más tarde, por el corrimiento natural de la población, se convirtió en lugar para vivir.
Hoy la caracterizan además del pequeño puerto, el edificio del Yacht Club, con un diseño muy moderno para la época, empequeñecido después por otros ejemplos de arquitectura de su entorno, el cementerio, algunos famosos ranchos, otras veces “bulines”, donde alrededor del 1920 se mezclaban los pescadores con los estudiantes.
Es ineludible referente de la zona, el museo Oceanográfico, con su mezcla de leyendas, fue cabaret, fue morgue? Sea como sea, se mantiene en la cresta de la curva, como Museo Zoológico Dámaso Antonio Larrañaga.
domingo, 17 de mayo de 2009
MONTEVIDEO SE MAQUILLA Publicado por el Diario El Pais Montevideo
martes, 5 de mayo de 2009
PARA BUSCARTE MEJOR
En esos tiempos el Coronel Lorenzo Latorre, ejercía la presidencia de la república, hombre autoritario que no consiguió intimidar al genovés.
Decidido a prosperar, compró mil cuadras de campo al costado de Cuchilla Grande, plantó trigo y se vinculó con los más poderosos de la época.
No demoró mucho en convertirse en un empresario solvente, le dio prosperidad a la Curva de Maroñas y construyó un molino, pegado a la Parroquia de Santa Gema.
Claro, tantas iniciativas y su jerarquía de revolucionario, despertaron las sospechas del temido coronel. Y Caviglia, que era un hombre precavido, enterado de las intenciones de Latorre de allanar su casa y en poder de una fortuna que no estaba dispuesto a perder, escondió sus monedas de oro en dos baúles y los enterró cerca del molino.
Logró salvar su patrimonio, pero después, aunque se cavaron más de cien pozos buscando los cofres, nunca aparecieron.
Pueden estar debajo de alguna casa, o de cualquier baldosa, en medio de la calle, quizá alguien los encontró o Juan Caviglia no contó toda la verdad, ¿cómo saberlo?
Pero, si por las dudas quiere probar suerte, la Parroquia Santa Gema está ubicada en Belloni y Roma, en el barrio Flor de Maroñas, pero el molino no se ve desde la calle.
Por ahora el tesoro como los molinos, forman parte del anecdotario de Montevideo, según cuenta el suplemento “Los barrios de mi ciudad” del diario El Pais del 19 de agosto de 1964.
Destacados: el Coronel Lorenzo Antonio Inocencio Latorre Janpen, Ministro de Guerra, en 1876 resolvió disolver las cámaras y ejerció el gobierno dictatorial durante tres años, desde 1876 hasta 1879, cuando fue nombrado presidente constitucional.
En 1880 después de un año de gobierno, presentó su renuncia declarando “que los orientales son ingobernables.”
Fue el mandatario que sobrevivió más tiempo luego de alejarse del cargo, vivió exiliado en Buenos Aires durante treinta y seis años.
viernes, 24 de abril de 2009
ESCULTURA SONORA
Desde el mes de mayo de 2004 está situada aquí esta escultura sonora, llamada Prospecto Lambda o Tubófono Opus II concebida y realizada por un escultor alemán llamado Lukas Kuhne. Adosado al muro de granito de la rambla, mira hacia el Río de la Plata, son más de 50 tubos de metal, que forman una curva cromática y que emiten sonidos si se los golpea.
Es algo parecido a un órgano pero ubicado al revés, que además de las manos, puede hacer sonar el viento, y los sonidos de las olas del Río de la Plata.
Esta obra fue financiada por la Embajada Alemana, el Instituto Goete, la IMM, y la Escuela Universitaria de Música. Otro asombro montevideano.
TERESA MASCARO REMATO A MAXIMO SANTOS
Dos años requirió el alhajamiento de la casona de la calle 18 de julio y Cuareim, hasta colmara de tesoros.
Costosísimos viajes a Europa lograron reunir las maravillas que, distribuidas por salones, dormitorios, escritorios y patios, hicieron de esa mansión, una aventura palaciega sin igual.
Pero en mucho menos tiempo, Teresa Mascaró viuda del Teniente General Máximo Santos, vilipendió a la marchanta, sin pena y ni un poquito de gloria, todas las pertenencias acumuladas.
El anuncio decía: GRANDIOSO REMATE de todos los MUEBLES, MUSEO Y OBRAS DE ARTE que adornan el palacio del extinto CAPITAN GENERAL DON MAXIMO SANTOS.
Domingo 18, lunes 19, martes 20, miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de Agosto 1895. De día a las 12 ½ p.m. y de noche a las 8 de la noche (sic).
Bastaron seis días de febril actividad martillera, para enajenar setenta y cinco obras de arte, mármoles y bronces, noventa y cinco platinas, noventa y dos varios de aposentos y salitas, dormitorios de niños y budoir, de salones de fumar, de los corredores y finalmente del museo, que corono la actividad bursátil.
En total cuatrocientas veintiuna piezas reunidas por el matrimonio Santos Mascaro, en sudorosos cruces del Atlántico.
Agradecer la información a Álvaro Corbacho Jefe del Archivo Histórico – Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores.
lunes, 13 de abril de 2009
GUAYABO Y FRUGONI, UNA ESQUINA COMO POCAS
La calle Emilio Frugoni hace muchos años que se convirtió en pasaje, arbolada, con bancos, canteros, juegos y niños.
Este entorno singular, está presidido por un monolito que recuerda a Francisco Antonio Maciel, primer filántropo uruguayo muerto en este lugar cuando, como un montevideano más, defendía Montevideo de las invasiones inglesas en 1807.
Desde el final de la peatonal se aprecia una esquina como pocas, a la derecha hay un templo que parece escapado de tierras anglosajonas, neogótico, enladrillado, enrejado, exhibe con orgullo los colores de sus vitrales y tiene como patrona a la misma Isabel II de Inglaterra.
Enfrente, un edificio de apartamentos lleno de simetrías, con entrada por Guayabo y salida por Frugoni, con balcones y ventanas que doblan la calle y se repiten, con vértices por encima, aristas, una torre en el medio de la azotea y un mástil que lo corona. Lleva nombre de patronos, “San Felipe y Santiago” y autoría de alquimista: Umberto Pittamiglio.
En otra de las esquina, está el complejo deportivo Alfredo Vázquez Acevedo, estilo Art Nouveau, con canchas de fútbol y básquetbol, con coloridos techos a dos aguas y muchos recuerdos de generaciones y generaciones de uruguayos, que pasaron por allí. No puede negar el espíritu vanguardista de la época que le tocó nacer, un poco adelantado el 900.
Enfrente está la Universidad de la Republica, monolítica, imponente, ocupa una manzana, es obra de los arquitectos Juan Aubriot y Silvio Geranio en 1911.
Pero el proceso fundacional comenzó muchos años antes, cuando en Junio de 1833, el Presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, propuso una ley para su creación y fue aprobada.
Por la solemnidad de su presencia y las características de su arquitectura, es evidente que eran épocas optimistas, los uruguayos miraban el futuro con proyectos y alegría y lo expresaban también en la arquitectura.
PALACIO SALVO EMBLEMA MONTEVIDEANO
Corrían tiempos de esplendor. Todo era posible en aquel Uruguay próspero en el que un peso valía lo mismo que un dólar americano.
La ciudad comenzaba a poblarse con grandes realizaciones: el Palacio Legislativo se había inaugurado en 1925, el Palacio Salvo en 1928 y el Estadio Centenario se construiría en 1930.
En 18 de Julio y Andes estaba “La Giralda”, era la costado tanguero montevideano, donde en el año 1916, el maestro argentino Roberto Firpo, estrenó el himno de los tangos: “La Cumparsita”, de un uruguayo Gerardo Mattos Rodríguez.
Un lugar similar a la avenida Corrientes porteña, rodeada de boliches, llenos de historia popular y de acordes de tango, donde nadie duerme.
La Giralda fue demolida y comenzó la excavación para construir el nuevo palacio en el lomo mismo de la Cuchilla Grande; el predio donde se levantaría el Salvo era de mil setecientos cincuenta metros cuadrados, situado a noventa y cinco metros sobre el nivel de la calle y ciento cinco sobre el nivel del mar.
Llevó dos años vencer quince metros de capas graníticas para cimentar la gigantesca mole de un edificio que aspiraba a rascacielos. En aquellos tiempos en que los rascacielos neoyorquinos se construían con armazón de hierro, el palacio Salvo fue edificado con hormigón armado. Inaugurado en el año 1928, exhibió con orgullo, por varios años, su condición de edificio mas alto de América del Sur.
Los padres de la criatura
La idea original era levantar un hotel al estilo de los mejores de Europa. Sin embargo, al principio tan solo algunos pisos cumplieron con el destino inicial: los demás se alquilaron como apartamentos.
Los empresarios que idearon el proyecto fueron los hermanos Angel y José Salvo quienes confiaron la construcción al arquitecto Mario Palanti, un italiano que se vino a trabajar al Río de la Plata. En Buenos Aires levantó el palacio Barolo – hermano menor del Salvo- y otros edificios que no pasaron inadvertidos. Fueron contratados también el ingeniero Lorenzo Gori Salvo y el famoso artesano Enrique Albertazi.
A la hora de elegir los materiales no se escatimó en gastos para lograr lo mejor:
trajeron los mármoles de Carrara, el roble de las puertas y ventanas del Cáucaso, los granitos de Alemania. Solo una imaginación fértil y una mentalidad poco atenta a los prejuicios pudieron crear perfiles tan llenos de accidentes y protuberancias, líneas tan barrocas y formas tan complejas.
Una cúpula, que es todo un símbolo, molduras, torres, recovecos, ondulaciones, balcones, ventanas triples que salen, otras que entran. Un mundo de líneas y formas que la vista recorre asombrada. Son veinticinco pisos, algunos entrepisos, dos sótanos, un gran salón de baile, de mil metros cuadrados, decorado por Albertazi. Son imperdibles en ese salón, la serie de apliques distribuidos por el techo, algunos solo ornamentales, otros iluminan, pero todos, realizados en yeso, aunque parecen de loza, representan al reino animal, desde hipocampos, tigres, monos, pulpos, ciervos, cigüeñas, caracoles, loros.
Vida cultural interior
En el subsuelo donde hoy se encuentra el estacionamiento, hubo un teatro. Allí actuaron los famosos Lecuona Cuban Boys y seguramente interpretaron aquella canción que ellos consagraron: “El carnaval del Uruguay”. Por allí también pasaron la Venus negra Josephine Baker y el admirado cantor mejicano Jorge Negrete, cuyas canciones marcaron una época. Subiendo unos pocos niveles se encuentra la majestuosa sala de baile se dio cita gente joven de los años treinta y cuarenta.
Cada vez que la orquesta, desde el balcón del salón, interpretaba el Danubio Azul hombres y mujeres atildados, giraban al compás del vals, en aquel Uruguay feliz y optimista que supo tener sus años locos.
Entre las tertulias artísticas que tuvieron como sede al céntrico palacio, tal vez la más famosa fue la que se reunía en el departamento de Nilda Muller ubicado en el séptimo piso. Los contertulios más asiduos eran Paco Espínola Clara Silva, Alberto Zum Felde y el compositor Héctor Tosar. Además de recibir la visita de diversos intelectuales del medio, también pasaron por allí la poetisa argentina Alfonsina Storni y el gran muralista mexicano David Alfaro Siquieros y la escritora brasileña Cecilia Meirelles.
Pero si el piso siete dejó huella en la memoria cultural montevideana, la planta baja no se quedo atrás, ya que en ella por muchos años funcionó el Café Sorocabana (en el área que da hacia la avenida 18 de julio) lugar en encuentro de poetas, soñadores y bohemios.
En el décimo piso, que divide en dos la gran mole de cemento, funcionó un restaurante panorámico desde el que se podía observar parte importante de la silueta de la ciudad, incluyendo el Cerro, verdadero icono que se supone fue clave de la formación del nombre de la capital uruguaya: Monte vide eu.
Desde el momento en que la monumental obra del arquitecto Palant estuvo terminada en su exterior, suscitó opiniones encontradas entre los habitantes de la ciudad y también entre sus visitantes.
Famoso es el juicio que Le Corbusier, el gran maestro francés de la arquitectura cuando dijo que parecía “ un enano con galera” y recomendó su demolición urgente.
Entre los escritores uruguayos, las opiniones también fueron divergentes: mientras que Mario Benedetti lo calificó directamente de “feo” en una de sus novelas, Armonia Somers -excelente novelista, hoy casi olvidada-eligió el piso trece para vivir muchos años.
A su vez, quienes pueden considerarse los dos primeros poetas vanguardistas le dedicaron sendos poemas publicados en 1927, cuando aún el edificio no había sido inaugurado. Juvenal Ortiz Saralegui tituló Palacio Salvo a su primer libro (cuyo primer poema lleva título homónimo) y Alfredo Mario Ferreiro incluye en su primer libro un poema titulado “Poema del rascacielos del Salvo” un texto humorístico que expresa cierta crtica a su estética y a la vez simpatía. '
Sin embargo, sus más enconados críticos no pueden dejar de estimar su condición de referencia y de emblema montevideano. Pero además, el reconocimiento oficial llegó por partida doble en 1996 cuando fue declarado Monumento Histórico Nacional por la Comisión del Patrimonio y Monumento de Interés Municipal por el municipio de Montevideo.
En octubre de 2006 el palacio Salvo cumplió setenta y ocho años.
Su presencia tan discutida y criticada por algunos, reside en el imaginario uruguayo como un coloso indestructible.
Publicado en la revista cultural DOSSIER Año 1 Numero 0 Noviembre 2006
domingo, 22 de febrero de 2009
EL FOIE GRAS, SU SENSUALIDAD CULINARIA
"Aprovechándome de una buena coyuntura, me metí de patitas en la diplomacia, donde con saber bailar bien la polka y comer pastel de “foie-gras”, está todo hecho."
Y Casanova recuerda en sus memorias la inolvidable cena con la bella Lia en Ancona, gracias también al foie gras. Pero aunque pensemos que es un invento francés, en realidad el foie gras, máxima delicia gastronómica, símbolo del lujo y la sensualidad culinaria, fue creado por los romanos.
Apicio y Horacio cuentan que a Scipio Metellus se le ocurrió engordar el hígado de las ocas alimentándolas con higos. El hígado de la oca, así aumentado hasta el límite, era servido en los exclusivos banquetes de los nobles y ricos comerciantes romanos, como una representación del máximo lujo. El “jecur ficatum” romano era, por tanto, el hígado de las ocas hinchado por los higos, del latín ficatus en español hígado.
Curioso saberlo, aunque este manjar, que era servido tanto al natural como en terrina o en hojaldre, fue olvidado durante los oscuros tiempos medievales y vuelto a descubrir en el Renacimiento, donde lo vemos reaparecer en Francia en los años previos a la Revolución de 1879, de manos de Claude Close, cocinero del marqués y mariscal Contades, gobernador de Alsacia. Al ser despedido por el nuevo gobernador, Close fue a establecerse en París, donde cautivó el paladar de los revolucionarios con su “invento”.
Su éxito fue inmediato, ayudó que al pastelero de Burdeos, Doyen, se le ocurriera añadirle otra delicia culinaria, las trufas, en 1798, alcanzando así el foie gras una perfección casi sublime.
Años más tarde, el foie gras hizo su presentación de gala en las mesas de Europa con motivo del Congreso de Viena de 1815, donde Talleyrand tuvo la genial idea de llevar a su cocinero, el gran Carême, considerado unos de los más grandes cocineros de la historia y creador de las bases de la cocina actual. Allí se dice que el foie gras cambió la historia, cuando Francia consiguió que el zar Alejandro III y el resto de asistentes votaran a favor de la liberación de Polonia propuesta por Metternich, gracias al foie gras al oporto que se sirvió.
Los versos de Pablo Neruda le rinden, si es posible su homenaje cuando dicen:
Hígado de ángel eres!
Suavísima sustancia, peso puro del goce!
Sacrosanto esplendor de la cocina.
Fuente: Directo al Paladar 27 /12/2008
jueves, 8 de enero de 2009
SER JOVEN DE CORAZON....
No tiene que ver con el color de tus mejillas, tus labios rojos o lindas rodillas.
Es tener dominio de la voluntad; calidad en la imaginación; vigor en la emoción; es algo refrescante que emana del manantial de nuestras vidas.
La juventud es una etapa temperamental donde predomina el coraje sobre la timidez, y el apetito por aventura sobre una vida monótona. Pero esto ocurre más frecuentemente en un hombre de cincuenta, que en un joven de veinte.
Nadie envejece simplemente por vivir cierto número de años. Únicamente envejece quien abandona sus ideales.
Los años pueden arrugar la piel, pero abandonar un ideal, arruga el alma.
Las preocupaciones, las dudas, la desconfianza en uno mismo, el temor y la desesperación, son las cosas que transforman los años en tiempos interminables, hacen agachar la cabeza y provocan que el espíritu que se encuentra en crecimiento, regrese al polvo.
Uno es tan joven como la fe que tiene, y tan viejo como sus dudas; tan joven como su confianza en sí mismo, y tan viejo como sus temores; tan joven como sus esperanzas y tan viejo como su desesperación.
En el centro de tu corazón existe una estación inalámbrica. Siempre y cuando recibas mensajes positivos de belleza, esperanza, alegría, grandeza, valor y poder, ya sea de la Tierra, de los hombres o del Infinito,continuarás siendo joven.
Pero si la conexión está caída y el centro de tu corazón está cubierto con la nieve del pesimismo y el hielo del cinismo, entonces sí, realmente haz envejecidoLa juventud no es sólo una época de la vida, es también un estado de ánimo.
Samuel Ullman (1840–1924)