martes, 3 de febrero de 2015
LA CORBATA Y SU HISTORIA
Corbata, inestimable herencia Croata
Esos escasos centímetros de tela que constituyen una corbata, pueden ser reveladores de la personalidad de un hombre.
Aunque aparentemente inofensiva, es un símbolo que ordena a los hombres y alguna vez también, a las mujeres.
Nació en el siglo XVII, con la llegada a Francia de los mercenarios croatas, que se colocaban en su cuello un pedazo de tela blanca llamada “kravatska”, que anudada como una flor, la dejaban caer sobre el cuello.
Los franceses la adoptaron de inmediato, la difundieron por el mundo y pese a su brevedad, se convirtió en símbolo político, que diferenciaba los partidos según su color, así como también el contexto social y económico.
Ha sido observada por algunos grandes como Honorato de Balzac, que decía: “el espíritu de un hombre se adivina por su forma de llevar el bastón o de anudarse la corbata, que además es la única prenda que abriga la individualidad.”
Otros, menos famosos que don Honorato, también han opinado, no solo sobre la corbata, sino sobre su ubicación en la anatomía masculina.
Según Elena Guinea famosa comentarista de modas, la ubicación de la corbata no es casual ni fortuita y agrega:” basta un ligero vistazo a ese trecho que une la cabeza con el pecho, para juzgar a un hombre.”
Esta ubicación singularizante es el lugar elegido también para otros fines: en el cuello se cumplen algunos castigos, como la guillotina y el ahorcamiento.
Cuando decimos que alguien es “cogutudo”, ubicamos en ese mismo espacio, el orgullo y la altivez.
¿En qué otro lugar del cuerpo, podrían ubicar su encanto las esfinges?
Finalmente nadie puede negar que el cuello, donde se consuma el abrazo, es el soporte imprescindible entre el cuerpo y la cabeza, de cualquier mortal.
Ahí se ubicó la primer corbata que se usó en el mundo, más tarde desapareció, pero para reaparecer triunfante, en la corte de Borgoña.
Y la corte de Versailles no solo la adoptó, sino que inventó un cargo para quien se ocupara de ella, el “cravatier”: el encargado de dar los toques geniales al lazo con nudo.
Tanto empeño se puso en sus pliegues, que se llegó a sospechar que constituían un buen escondite de mensajes, convirtiendo a la inofensiva corbata, en culpable de espionaje.
Tan culpable, que su fin llegó cuando en la revolución Francesa, se guillotinaron cuellos, pelucas empolvadas, caras con lunares, privilegios y linajes.
En ese mismo ruedo cayó la corbata, considerada símbolo de poder y la vida debió continuar, a “cuello descubierto” .
Pero ese ostracismo no fue prolongado, porque los mismos caudillos que la habían condenado, se empeñaron en proteger sus propios cuellos y así, Dantón y Robespierre respaldaron su nueva aparición.
En el año 1830 los colegios de deportes ingleses le dieron gran auge y el duque de Windsor, le dio al nudo, la forma que todos conocemos.
“Un buen nudo es como un buen paso” opinaba Oscar Wilde,
Finalmente, en la rutinaria tarea de vestirse todos los días, la corbata es el momento en que un hombre se detiene y se observa en el espejo.
E indudablemente ha acompañado al hombre en el acontecer humano, no siempre mansamente, a veces atenazando, o acalorando, pero siempre conteniendo un mensaje revelador de la identidad de su portador.
Según María Antonieta Doubourg profesora de Idioma Español y amiga inolvidable, el nudo torcido significa infidelidad. Por eso los hombres se esmeran en tener siempre el nudo derecho y pegado a la camisa.
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