domingo, 1 de febrero de 2015

MUERTE AL PIOJO
Historia reciente

A las 17 y 15 de un día de semana, un ómnibus 405 venia de Peñarol con destino al Parque Rodó.

En un par de asientos enfrentados, rodeados de gente, viajaban una maestra de una escuela cercana de contexto crítico y un hombre con precaria apariencia juvenil, en evidente situación de calle.

Vestía un pantalón deportivo de color indefinido, un buzo de algodón entre blanco y verde y completaba el conjunto un abrigo en cuya historia, algo se perpetuaba del pelo de los camellos.

Tenia un par de ojos negros brillantes y extraviados, la cara muy sucia, las uñas muy negras y llevaba una lata en una mano, en la otra un encendedor y una botella de medio litro de agua, que empinaba a cada momento.

Momentos después de tomar asiento, guardó la latita en un bolsillo del saco y colocó cuidadosamente la botella entre los pies.

Acto seguido comenzó a estrujarse el cuero cabelludo con ambas manos, intentando penetrar en alguna fila de su pelo solidificado y al grito de “no sale”!!! “no sale”!!!! ejecutaba casi a ciegas, entre uña y uña, saltarinos especimenes que lo anidaban. Después de cada ejecución, revisaba su ropa con esmero, comprobando que ningún ejemplar había logrado sobrevivir y al grito de “no sale, “no sale” !!! comenzaba de nuevo la operativa: dar muerte a otro piojo.

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